Dice el adagio popular. “Hay quien nace con estrella y quien nace estrellado”.
Con esta sentencia hay quien piensa que el fatalismo lo traemos escrito en el alma con el nacimiento. Otros, en cambio, defienden que venimos al mundo con el éxito y el fracaso, la riqueza y la pobreza, la felicidad y la desgracia en una bolsa al margen, que eso no tiene que ver con el nacimiento ni está fijado en el alma, sino que extraemos de ella la situación merecida con arreglo a las actitudes desarrollas en la vida.
Sea como fuere, tanto si nacemos marcados como si somos nosotros quienes nos labramos el futuro, no cabe duda que hay mucho de los dos postulados en la vida.
A lo largo de la historia nos hemos encontrado personajes que desde que se levantaron hasta que se acostaron y durante el sueño se entrenaron, toda su existencia fue un continuo empecinamiento en los desatino, en desbarrar y hacer todo lo contrario de lo que la razón aconsejaba y para colmo de incongruencias les dejó un hueco la memoria, brillaron como Venus y cuando se apagaron, si no les acochinaron como merecieron, no se murieron de hambre, el hambre se lo hicieron pasar a los demás.
Por desgracia no aprendemos de la historia, hoy día nos encontramos con semejantes personajes y encima se les vota.
Marcial el Medinenese.
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