He oído contar, no una vez, ni dos, infinitas, que todo es perdonable en esta vida, excepto que te metan la mano en la cartera. Me lo argumentaron de la siguiente forma: Un asesino se cobra la vida de tu padre y, como en ese instante no tienes oportunidad de matarle, huye. Pasado el tiempo cicatrizará esa herida y acabas diciendo: ¡Tal día hizo un año! Sin embargo, si te roban la cartera con los cuartos dentro no lo olvidas jamás.
Puede que este cuento esté cargado de razón, puede que amemos más al dinero que a nuestro progenitor. Todo puede ocurrir que de todo hay en la viña del señor. Ahora bien, lo maravilloso de la vida es ver como se trastocan hasta los conceptos más arraigados. Hoy en día matan a tu padre y ni en caliente nos abalanzamos sobre el asesino, nos conformamos con decir: ¡Tal día hizo un año! Nos roban a manos llenas, como nos ocurre en estos momentos, y balamos. Sería mejor y estaríamos más felices si nos hicieran como hizo aquel hijo del pastor a quien su padre envió con las ovejas a pastar. Al cabo de una hora vuelve y su padre le dice: “¡Pero hijo ¿Cómo has dejado las ovejas?!” Riyendo papa. Las he dejado riyendo, les corte el labio de arriba.
Marcial el Medinense.
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