viernes, 10 de septiembre de 2010

Mafia

Esta mañana, como cada día, salí de casa con el perro para que el animalito hiciese sus cosas y al mismo tiempo acercarme al estanco a comprar tabaco.
En el parque vi a un hombre sentado en un banco leyendo el periódico. Un hombre mayor, de los que antaño llamábamos viejo, de afilado entendimiento, con enjundia como diría él. Me aproximé a saludarlo, para cambiar unas palabras, para darle a la lengua o enhebrar la hebra.
—Buenos días. ¿Qué hace usted?
—¡Coño! ¿No lo ves? Preces bobo —me contestó con esa retranca y socarronería castellana tan propia.
—Quise preguntarle ¿Qué lee? —me disculpé un tanto azarado.
—Haber empezado por ahí y me hubieras ahorrado el calificativo. Mira —me señaló la noticia — “Detenidas 24 personas en España en una operación internacional contra la mafia rusa”
—Aquí tenemos a todas. La mafia rusa, la italiana, la rumana, la colombiana, la china, la magrebí. Todos los bandidos del mundo blanquean aquí el dinero.
—Porque se lo permiten, cuando no les invitan a hacerlo. El dinero es muy goloso.
—¡Hombre!
—Ni hombre, ni niño muerto. Si no tuviesen cómplices y de muchas aldabas no vendrían.
—Quizá. Pero mafia española no existe, al menos no la denominamos así.
—Tenemos un lenguaje más rico e ingenioso, la llamamos, partido político, sindicato, asociación, ayuntamiento, autonomía, organización, grupo. ¡Somos los mejores! Nuestros delincuentes son gente honrada.
No pude contenerme y solté una carcajada.
—¡Ríete, ríete! Aquí quien no roba y no jode, es porque no sabe, no puede, o no tiene donde.
—¡Está usted bueno esta mañana!
—Toma, lee.
Me largó el periódico y con su dedo grueso índice, de trabajador honrado, me señaló un titular: “El Supremo ordenó investigar las cuentas de Garzón en Nueva York”
—Pero…
No me dejó continuar. Se levantó del banco, me quitó el diario, lo dobló, se lo guardó en el bolsillo de la chaqueta y apoyado en el bastón me dijo a modo de despedida:
—¡Así nos pastorean!
Marcial el Medinense

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