—Buenos días, Prudencio. ¡Vaya mañanita!
—Buenos días, Pánfilo. Siéntate y caliéntate mientras termino.
Prudencio acabó de leer el periódico, lo arrugó con rabia y lo tiró a la lumbre.
—¡La puta madre que los parió! ¡Esto no hay quien lo arregle! Nada, que no hay nada nuevo bajo el sol.
Prudencio rompió a reír de golpe al mirar como las llamas devoraban el papel y la tinta.
—¿Qué te hace tanta gracia si hace un instante rechinabas los dientes, como cuando el trillo se sale de la parva y los silex se arrastran sobre los cantos rodados de la era?
—Las noticias me enfurecieron, pero después pensé: lo mismo que ahora, ha ocurrido siempre.
—¿Cómo puede ser eso?
—Muy sencillo, Pánfilo. Los seres humanos somos siempre lo mismo, aunque los tiempos cambien, nosotros no lo hacemos. Seguimos con los mismos conflictos en el alma, los mismos defectos y muy escasas virtudes.
—Eso que dices no puede ser. Por ejemplo: yo soy diferente a mi hermano y mucho menos tengo en común con la gente que me rodea.
—Eso crees tú que sólo te fijas en el exterior.
—A mi me gustan los higos y a mi hermano no, él ama la caza y yo los animales. Así te podría decir un sin fin de diferencias. Sólo referido a gustos, pero son mayores en cuanto a lo que pensamos.
—¿Estás seguro?
—¡Segurísimo! Prudencio.
—¿Coméis los dos?
—Si, pero no lo mismo.
—¿Meáis?
—¡Coño! Eso si, también cagamos, dormimos, nos cansamos, reímos, nos enfadamos, nos contentamos. Lo mismo que tú, como todo el mundo. Pero esas, como otras muchas cosas que no enumero por no ser empalagoso, son por fuerza comunes a todos los mortales.
—¿Reconoces que todos tenemos cosas en común?
—Si, pero en lo importante nos diferenciamos.
—¿Qué es para ti lo importante?
—El trabajo, los pensamientos, los proyectos, no sé cuantas cosas más, pero existen muchas que nos hacen distintos a unos de otros.
—Eso que has señalado y lo que te has dejado en el coleto ¿Son o no comunes?
—En general si, pero de distinta forma. Es todo muy personal.
—Vamos a hacer un esquema: Los humanos nacemos de la unión de un hombre y una mujer. ¿Cierto?
—No todos. Nuestro Señor Jesucristo nació de la Virgen María que se quedó embarazada por obra y gracia del Espíritu Santo.
—Y Huichilopoztli. Una pluma de Quetzal se le metió a su madre entre la tetas y se quedó preñada.
—¿Ese quién es?
—Un dios cruel y sanguinario que adoraron los aztecas, un antiguo pueblo que vivió en la laguna de México. Después llegó Cortes y se lo cambió por la religión católica que en nombre de Dios y en cuestión de derramamientos de sangre y crueldades no le fue a la zaga. Pero no es aquí donde quiero ir a parar. Las religiones, la fe y otras zarandajas dejémoslas para otro apartado—. Nacemos de la unión de un hombre y una mujer ¿Si o no?
—Claro, no vamos a nacer de una vaca, seríamos chotos ¡Que cosas tienes, Prudencio!
—¿Morimos después todos?
—Aquí nadie se queda para casta de grajos.
—¿Has oído decir, sabes o te han leído que alguien haya nacido carcajeándose?
—No. He escuchado que lloramos al nacer y si no lo hacemos nos azotan en el culo para que lo hagamos.
—¿Sabes por qué?
—¿Lo de los azotes?
—Bueno, di lo de los azotes.
—Para saber que el niño está vivo, respira, en una palabra que se encuentra bien.
—¿Y lo de llorar?
—Pues no sé. Quizá por salir del vientre de la madre y encontrarse la criatura con otro ambiente extraño.
—¿Te atreverías a decir que es por miedo?
—Pudiera ser. Miedo a lo desconocido.
—¿Ocurre lo mismo con la muerte?
—Creo que sí. Nadie quiere morirse, aunque haya quien haya dicho lo contrario, como Santa Teresa de Jesús: Vivo sin vivir en mi, / y de tal manera espero, / que muero porque no muero.
—Entonces ya tenemos tres cosas fundamentales a saber: el nacimiento, el miedo y la muerte. ¿De acuerdo?
—¡Hombre, dicho así! ¡Qué duda cabe!
—Por tanto, según tú la diferencia de los humanos radica en el camino entre el nacimiento y la muerte.
—¿Y el miedo? ¿Dónde le quedas?
—El miedo y la forma de administrarlo será el marchamo de distinción entre unos y otros.
—Eso es. No sabía como decirlo. ¡Esa es la diferencia! ¡El miedo! Unos se apropian del concepto y nos venden la ilusión del paraíso en la otra vida que es el cielo; otros hacen lo propio, pero desde otro punto de vista, nos endilgan la justicia, la igualdad y el bien común, como algo legitimo de todos, nos venden la gloria en la tierra y el resto detrás de ellos, para sentirnos protegidos y arropados con el anhelo de olvidemos el miedo. Nos ponen a trabajar, nos ordeñan como las abejas a los zánganos, nos explotan como a modorros y asunto resuelto.
—Pues eso: No hay nada nuevo bajo el sol.
—Dicho así. Eso lo sabemos todos. No sé por qué nos hemos enzarzado en una discusión tan tonta.
—Para estar entretenidos en vez de tocarnos los cojones.
—¡Que mala hostia tenis los cojos!
—Pues anda que los ciegos.
Marcial el Medinense.
Bordeando tópicos
ResponderEliminar