De eral salió de los pastos familiares entre fragas o breñales allá en Villalba de Lugo.
-¡Qué años! ¡Dios! ¡Qué años!
-¡Calla animal! Escucha a este ciego de fino oído y rebuzna oportuno.
-En la dehesa de Don Francisco, a ese que llamaron “El Caudillo”, llevaron al novillo y apuntó maneras.
-Bien cebado con las nabizas lucenses, bien se puede.
-¡¿Me dejas hablar, so besta?!
-¡Habla, carallo, habla!
-Hasta el mayoral de la ganadería, aquel que quiso ser aviador por aquello de que había sido marino.
-¡Carallo! Ya sé a quien te refieres. A aquel que en la calle Claudio Coello de Madrid se elevó en un vuelo acrobático y terminó en la azotea de una casa despanzurrado.
-El mismo. Pues como te iba contando, ese, a quien todos creía el más listo e inteligente, le confundió con un mihura.
-¡Manda carallo!
-¡Calla Bautista que no estás en la UPG y deja de interrumpirme!
-Pues vota viño que estoy seco.
-Por fin le sacan al ruedo en la monumental de la Democracia.
-Vota mais viño que esto se pone interesante.
-El albero de la plaza no era el verde pasto de la dehesa del “Caudillo”. Nada más salir de toriles, en la primera embestida, dobló las manos y se cayó. Pitos recios como los frenos de un tren a trescientos por hora. Al capote entró con las pezuñas por delante. Aquello empezaba mal. Le tuvieron que poner en el caballo, en colaboración, los maestros y sus cuadrillas.
-¡Pero coño! ¡Quién lo iba a decir!
-Flojeó en varas. Se rajó, en una palabra.
-Le pondrían banderillas negras.
-No. De fuego.
-Pero ¿no las habían cambiado por la negras?
-A un morlaco de más de seiscientos kilos, con un pestorejo con más carne que en un colmao, las negras puras caricias.
-Tienes razón. Cebado estaba.
-Pues mira Bautista, esto para que lo apliques en el Bloque, le sentaron bien. Llegó a la muleta con otro son. Eso sí, hubo que lidiarle donde quiso y dio juego, no bueno, pero lo dio. ¡Que pa too hay que vale!, como diría un castizo.
Para muchos hizo cosas muy feas, muy malas, de manso resabiado, sobre todo para la fiesta. Su contribución a la fiesta, pensamos muchos, ha sido un desastre. ¡Quiera Dios que de aquellos vientos no nos vengan tempestades!
-Era de esperar. No te puedes follar a tu madre y encima que te aplaudan. Pero cuéntame como le indultaron.
-Muy sencillo. El presiente, un policía estrábico, daltónico, de esos que engordaron en las comilonas de la dehesa del “Caudillo”, sacó el pañuelo naranja y aquí paz y después gloria. Pero lo curioso del caso es que aquel novillo que tanto apuntaba es de raza gallega, marelo, manso, cornalón y pastueño. Ahora anda por Galicia ramoneando en las fragas de una finca que dicen que es de un PePe, muy viejecito, muy viejecito, pero aún, de vez en cuando, brama.
-¡Qué historias me cuentas Antón!
-Las que oigo, Bautista, las que oigo. Vota viño que te loe estás echado tu solito al coleto.
Marcial el Medinense.
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