martes, 17 de agosto de 2010

INCERTIDUMBRE

Cunado veo a Dios, preciso: cuando contemplo imágenes de Dios tengo la impresión de que está preso, enclaustrado, siempre encerrado en edificios. Unas veces en magnificas construcciones, románicas, góticas, barrocas, platerescas y también en otras más modestas, pero invariablemente privado de la libertad de los grandes espacios naturales, como un esclavo. Tal estado de ansiedad me produce ver ahí esas representaciones de quien dicen que creó el cielo y la tierra y al hombre, hecho a su imagen y semejanza, que el ánimo me abandona. ¿Cómo podemos sentirnos en este mundo de Dios?
Marcial el Medinense

viernes, 13 de agosto de 2010

¡Ay Cataluña!

Los políticos de las rancias familias catalanas se piensan descendientes de la pata derecha del caballo de Wifredo el Pilos, aquel carolingio que enviaron a la Marca Hispánica a esquilmar a los habitantes autóctonos de lo que después se llamará Cataluña. Los charnegos, metidos a tal menester, se creen como los emigrantes picapedreros lombardos, constructores del país y se lo llevan crudo. Sin embargo, entre esta ralea existe una excepción, un muchacho aragonés de frondoso bigote que se considera la reencarnación de Jesucristo. De hecho fue a Jerusalén para colocarse una corona de espinas en la cabeza.
-¡Cojons, nen!
-De cojons no van sobrados, pero tienen un rostro de sillar románico de mucha consideración.
-¡Cojons!
-Pues eso.
Marcial el Medinense.


DOS VERANEANTES

En un tórrido día de agosto, dos caballeros recalaron en San Andrés de Teixido, por aquello de quien ha de ir de muerto quien no fue de vivo.
Al bajar por la rampa que conduce a la iglesia, ante una vetusta meiga se detuvo uno de ellos.
-¿Qué haces Mariano?
-Quiero que me eche un conjuro para librarme del mal de ojo, Pepiño.
La meiga mira y remira la mano blanca y pulida de quien han llamado Mariano y le dice:
-Poca cosa puedo hacer. Si al menos fueras raposo y avieso como tu amigo, en vez de parecer un don Tancredo lelo, otro gallo cantaría.
Marcial el Medinense.

EL INDULTO

De eral salió de los pastos familiares entre fragas o breñales allá en Villalba de Lugo.
-¡Qué años! ¡Dios! ¡Qué años!
-¡Calla animal! Escucha a este ciego de fino oído y rebuzna oportuno.
-En la dehesa de Don Francisco, a ese que llamaron “El Caudillo”, llevaron al novillo y apuntó maneras.
-Bien cebado con las nabizas lucenses, bien se puede.
-¡¿Me dejas hablar, so besta?!
-¡Habla, carallo, habla!
-Hasta el mayoral de la ganadería, aquel que quiso ser aviador por aquello de que había sido marino.
-¡Carallo! Ya sé a quien te refieres. A aquel que en la calle Claudio Coello de Madrid se elevó en un vuelo acrobático y terminó en la azotea de una casa despanzurrado.
-El mismo. Pues como te iba contando, ese, a quien todos creía el más listo e inteligente, le confundió con un mihura.
-¡Manda carallo!
-¡Calla Bautista que no estás en la UPG y deja de interrumpirme!
-Pues vota viño que estoy seco.
-Por fin le sacan al ruedo en la monumental de la Democracia.
-Vota mais viño que esto se pone interesante.
-El albero de la plaza no era el verde pasto de la dehesa del “Caudillo”. Nada más salir de toriles, en la primera embestida, dobló las manos y se cayó. Pitos recios como los frenos de un tren a trescientos por hora. Al capote entró con las pezuñas por delante. Aquello empezaba mal. Le tuvieron que poner en el caballo, en colaboración, los maestros y sus cuadrillas.
-¡Pero coño! ¡Quién lo iba a decir!
-Flojeó en varas. Se rajó, en una palabra.
-Le pondrían banderillas negras.
-No. De fuego.
-Pero ¿no las habían cambiado por la negras?
-A un morlaco de más de seiscientos kilos, con un pestorejo con más carne que en un colmao, las negras puras caricias.
-Tienes razón. Cebado estaba.
-Pues mira Bautista, esto para que lo apliques en el Bloque, le sentaron bien. Llegó a la muleta con otro son. Eso sí, hubo que lidiarle donde quiso y dio juego, no bueno, pero lo dio. ¡Que pa too hay que vale!, como diría un castizo.
 Para muchos hizo cosas muy feas, muy malas, de manso resabiado, sobre todo para la fiesta. Su contribución a la fiesta, pensamos muchos, ha sido un desastre. ¡Quiera Dios que de aquellos vientos no nos vengan tempestades!
-Era de esperar. No te puedes follar a tu madre y encima que te aplaudan. Pero cuéntame como le indultaron.
-Muy sencillo. El presiente, un policía estrábico, daltónico, de esos que engordaron en las comilonas de la dehesa del “Caudillo”, sacó el pañuelo naranja y aquí paz y después gloria. Pero lo curioso del caso es que aquel novillo que tanto apuntaba es de raza gallega, marelo, manso, cornalón y pastueño. Ahora anda por Galicia ramoneando en las fragas de una finca que dicen que es de un PePe, muy viejecito, muy viejecito, pero aún, de vez en cuando, brama.
-¡Qué historias me cuentas Antón!
-Las que oigo, Bautista, las que oigo. Vota viño que te loe estás echado tu solito al coleto.
Marcial el Medinense.

LA GITANA Y EL ABUELO

Hace cuarenta o cuarenta y cinco años paseaban un domingo por el Campo Grande de Valladolid un abuelo y su nieto.
A la sombra de un corpulento olmo estaba sentada una gitana que al tener a la pareja a su altura les interpeló:
-Déjeme la mano señorito. Le echaré la buena ventura y le diré el futuro.
El muchacho se detuvo y obligó a hacerlo al abuelo. Éste miró a su nieto y después a la gitana.
-La buena ventura no me interesa y el futuro no me importa, pero díselo a mi nieto.
El niño remolón entregó su manita a la gitana. Ésta agarró al muchacho por la muñeca y extendió los dedos. Clavó los ojos en la diminuta palma y la estudió circunspecta.
El cetrino rostro apergaminado se encendió como una luciérnaga en celo.
-Lo siento, señorito. No puedo decirle lo que veo.
-Vamos mujer, te doy una peseta.-la animó el anciano caballero sorprendido por la coloración que había adquirido la cara de la gitana.
-No puedo. Es muy serio lo que dice la mano del niño.
-Te doy un duro.- apremió el abuelo intrigado y muerto de curiosidad.
La gitana dudó unos instantes en aquella mañana de verano al tiempo que miraba la plateada moneda que la tentaba.
Con un ágil zarpado cogió el duro y lo hizo desaparecer entre las ropas en un santiamén.
-¡El niño será presidente de España!
-¡Coño!-exclamó el abuelo y miró a su nieto como si le viera por primera vez.
-Hay algo más.-dijo la gitana y bajó los ojos al suelo.-pero eso si que no se lo diré.
El anciano caballero picado en la curiosidad y pensando que si bueno había sido el primer vaticinio mejor sería el segundo, se envalentonó.
-Venga, no te andes con remilgos y suéltalo.
-No, señorito. Se lo juro por estas.- La gitana hizo una especie de cruz con los dedos pulgar e índice y la besó.
-¡Otro duro!
La gitana cogió la moneda y la ocultó más rápido que la primera.
-En la mano he leído que tu nieto, además de llegar a ser presidente, es vanidoso, engreído, cobarde, resentido y con mala baba.
-¡Bruja! ¿No has encontrado alguna virtud?
-Si. Una.
-Dila y que sea de mi agrado o te mido los lomos con el bastón.
-Así lo quieres, te lo diré. Entre todos los caganidos iletrados que se pavonean por el mundo, tu nieto es el mayor cretino.
El abuelo, pálido, levantó el bastón para descargarlo sobre la gitana, pero ésta prevenida dio un salto y desapareció.
-¡Vieja puta! No me extraña el antiguo dicho: ¡De una puta y un gitano nació el primer vallisoletano!- Vamos José Luís. Al menos habrás aprendido algo.
-Si abuelo. Que para hacer las cosas para mi provecho he de engañar a todos.
Marcial el Medinense.

SOMOS UN REBAÑO

He oído contar, no una vez, ni dos, infinitas, que todo es perdonable en esta vida, excepto que te metan la mano en la cartera. Me lo argumentaron de la siguiente forma: Un asesino se cobra la vida de tu padre y, como en ese instante no tienes oportunidad de matarle, huye. Pensando el tiempo cicatrizará es herida acabas diciendo: ¡Tal día hizo un año! Sin embargo, si te roban la cartera con los cuartos dentro no lo olvidas jamás.
Puede que este cuento esté cargado de razón, puede que amemos más al dinero que a nuestro progenitor. Todo puede ocurrir que de todo hay en la viña del señor. Ahora bien, lo maravilloso de la vida es ver como se trastocan hasta los conceptos más arraigados. Hoy en día matan a tu padre y ni en caliente nos abalanzamos sobre el asesino, nos conformamos con decir: ¡Tal día hizo un año! Nos roban a manos llenas, como nos ocurre en estos momentos, y balamos. Sería mejor y estaríamos más felices si nos hicieran como hizo aquel hijo del pastor a quien su padre envió con las ovejas a pastar. Al cabo de una hora vuelve y su padre le dice: “¡Pero hijo ¿Cómo has dejado las ovejas?!” Riyendo papa. Las he dejado riyendo, les corte el labio de arriba.
Marcial el Medinense.