—Abuelo, además de presidente quiero ser dios.
—Si hijo. Tú serás lo que desees.
El abuelo miró al niño arrobado y continuaron con el paseo mañanero por el Campo Grande de la vieja ciudad castellana. ¡Que inteligente es mi nieto! Se dijo orgulloso el abuelo, sacó un pañuelo del bolsillo y se limpio una baba que le goteaba por la comisura de los labios. “Tres o cuatro como José Luis montan un Olimpo y me convierto en Zeus como está mandado”.
La gitana corrió unos metros con los dos duros bien machihembrados, volvió la cabeza, miró hacia atrás y al comprobar que no la seguía el viejo malaje se detuvo bajo la sombra de un frondoso olmo donde estaba sentada otra gitana de su misma familia.
—¡Por los cuernos de la cabra mocha, por los huevos del gato zaino, por la pata de la gallina pedraza, que te hagan presidente “quillo”! ¡Por la gloria de mi madre! —dijo la gitana con los dientes apretados y cruzó los dedos de la mano izquierda para asegurar el conjuro. Se consideraba bruja con mucho poder.
—¿A quien deseas eso? —preguntó extrañada la otra gitana.
—Al churumbel de un payo sieso y malencarado que no aguanta las verdades.
—Haberle echado una maldición efectiva, con enjundia.
—¿Crees que es bueno desearle a nadie ser presidente de este país?
—¡Mujer!, no es mal oficio. Con eso tiene asegurado el garbanzo él y toda la familia durante el resto de sus días.
—Pero de tanto lavarse él, su madre, su padre y sus muertos, terminarán engurruñios como higos al sol y se morirán de asco y pestilencia.
Pasados los años y muy viejas las dos gitanas, una mañana de un enero primaveral sentadas al sol para calentarse los huesos, se pusieron a recordar tiempos pretéritos.
—¿Te acuerdas de aquella mañana de domingo en que estabas sentada a la sombra del viejo olmo del Campo Grande cuando llegué corriendo y me coloqué a tu lado?
—Me acuerdo de tantas mañanas y tantos domingos allí que en este momento no se a cual te refieres.
—Si mujer, a esa en que le eché la maldición a un churumbel payo que a ti te pareció lo contrario.
— ¿A aquella que deseaste a un “picha” que le nombrasen presidente?
—¡A esa! Pues desde hace años ese “quillo” es el presiente que tenemos.
—No, si tú no te morirás nunca, habrá que matarte.
—¿Por qué me dices esto? Jamás te he deseado mal y siempre hemos sido amigas.
—Porque ese payo de mal agüero no es solo presidente, se ha erigido en dios.
—¡Ala, tú si que tienes cuajo! ¡Mira que decir que se ha hecho dios!
—¿No ves la tele?
—Alguna vez.
—Pues anoche salió. Con esa pinta de zangolotino y esa cara de zángano endomingao se plantó con el micrófono por delante y a los diputados o senadores o como llamen a esos lameruzos exprovehaos, les obligó a hablar a cada uno en la legua que tienen en su tierra.
—¿Qué me dices? ¿También en caló?
—En caló no, porque no tenemos allí a ninguno de los nuestros metido, pero a los vascos en vasco, a los gallegos en gallego, a los valencianos en valenciano, a los catalanes en catalán, bueno en todas las lenguas que dice el malaje que hay en esta tierra que antes llamábamos España.
—¡Ay la cabra mocha, el gato zaino y la gallina pedraza! Me concedieron más de lo que les pedí. Por eso ahora todo el mundo se caga en dios a la primera de cambio, cuando antes nadie blasfemaba.
—¡Pero como no vamos a cagarnos en dios, si antes no nos entendíamos y hablábamos todos el mismo idioma! Mira ahora, ¡estamos como en la Torre de Babel! Ni dios se entiende con nadie. Así vivimos, que los payos roban a manos llenas sin que nadie les pueda decir nada porque nadie se entiende y de todos los males nos culparán a los gitanos. Si ya lo decía tu madre: ¡Esta hija mía no vale para ser buena bruja, no sabe medir sus fuerzas!
Marcial el Medinense.